viernes, julio 03, 2009

Impresiones de viajes IV



IV.


A Neferkare y Antef I, les sucedieron respectivamente Kheti III en Heracleopolis y Uakhankh Antef II en Tebas, quienes heredaron el conflicto dinástico, la eterna rivalidad entre el sur y el norte.
Kheti III se embarcó por una parte en la ambiciosa empresa de conquistar el nomo de Abidos al Sur y por otra, en apoderarse del delta y expulsar definitivamente a los invasores asiáticos. Mas tarde, su sucesor Merikare se vería obligado a abandonar Heracleopolis, huyendo de una revuelta ciudadana propiciada por la sublevación general de las ciudades del delta, una vez mas, celosas de su independencia, apresurandose el rey en buscar refugio al amparo de los príncipes de Siut, quienes consiguieron restaurar a Merikare en el poder. Los reyes de Tebas en ese momento aprovecharon el desgaste sufrido por ambos bandos para emprender la conquista del Norte, de forma parecida a como había hecho, mil años antes, Narmer (Menes).
Heracleopolis y sus fieles aliados los nomos de Siut y Hermopolis, no pudieron resistir mucho tiempo los embates de las huestes de Antef III, quien a pesar de su éxito, tendría que lidiar en seguida con las ansias independentistas de las ciudades del delta y las de los príncipes feudales, quienes una vez mas se rebelarían en esta ocasión contra la dinastía tebana, infructuosamente ya que todos los territorios fueron “pacificados” después de varias batallas. En adelante, a imitación de las dinastías de Heracleopolis, todos los esfuerzos de los reyes de Tebas se dirigirán a intentar recuperar el protagonismo de la monarquía centralizada tal y como había existido antes del periodo feudal.
Mentuhotep III (Mentu esta satisfecho), parece que fue quien consiguió efectivamente aquello de lo que se ya se vanagloriaba Mentuhotep II, la “pacificación” del Alto y Bajo Egipto. Sin embargo el monarca, según el código feudal, aun es solo el primero de los príncipes y puesto que el príncipe de cada nomo solo reconoce a su dios por encima de él mismo, se imponía una reforma religiosa.
Durante la etapa feudal, la gran mayoría del pueblo había caído en el analfabetismo, y las concepciones religiosas se habían desnaturalizado, sufriendo un proceso involutivo por el cual, muchas poblaciones del Alto Egipto habían vuelto al primitivo culto a la diosa madre. En Tebas era Mut la diosa tutelar de la ciudad, en Cusae, Hathor; en Nekhen, Nekhbet, etc, por otra parte perduraba la influencia del culto de Min, tradicionalmente en esta epoca asociado a Horus, y que rebasaba ampliamente el ámbito de Koptos. El nomo de Un (Jmun) como antigua colonia de Hermopolis (Per Djehuti "la casa de Thot") conservaba el culto al prestigioso dios Thot alrededor del cual se establecerá el sincretismo necesario sobre el que se apoyarán las dinastías de Tebas.
Fue necesario construir una nueva teología para poder recuperar en cierto modo, la esencia del culto solar, si es que quería desembarazar a la monarquía del lastre feudal, y a tal efecto se actualizó un dios arcaico, Amón, para que ocupara en la teología de Thot el lugar que Ra ocupaba en la cosmogonía solar.
Abidos y Un se reparten la capitalidad en materia religiosa, como centros religiosos oficiales, Amon sería promocionado desde el nomo de Un, mientras Abidos seguiría siendo el centro del culto a Osiris. Una vez en la vida al menos era obligatorio para los fieles, peregrinar a Abidos, y hasta tal punto era esto así, que quienes no pudieran en vida tendrían que hacerlo después de muertos, por lo que se proveía al muerto en su tumba con pequeñas barquitas con las que poder llegar a Abidos, en esta época además, las ofrendas que tradicionalmente pertenecían al difunto, pasan a ser ofrendadas a Osiris, juez de los muertos, para que sea benigno con el fallecido.
El siguiente gol contra el sistema feudal lo colocó Mentuhotep III reinstaurando el cargo de visir, con la particularidad de no ser un cargo hereditario, con lo que escapaba del marco feudal. En poco tiempo añadiría el titulo de Hatia al de visir, colocándolo así en un plano de igualdad con los demás príncipes, y mas tarde, reutilizando los barrocos títulos honoríficos de la época menfita, llegara a ostentar además el de canciller del rey y director de la Alta Corte de Justicia y Jefe de la Corte de las Seis Salas, con lo que efectivamente el rey a través del visir, haciendo uso del poder jurídico y administrativo sobre la nobleza, se situaba en la cima de la piramide jerárquica reconstituida.
Mentuhotep III se esmeró en mantener abierta la ruta caravanera del Wadi Hammamat al comercio de las ciudades del Nilo con Arabia y el Punt, (en algún lugar de la costa somalí), con lo que reforzaba los beneficios fiscales de la monarquía. Mentuhotep IV explotó las canteras de la zona y Mentuhotep V acabaría de construir un puerto que comenzó Mentuhotep IV en Wadi Gasus en la costa del mar Rojo.
A Mentuhotep IV lo botaron del trono probablemente algunos nobles conjurados, poniendo al usurpador Mentuhotep V en su lugar, aunque tampoco duró, asumiendo el poder durante un tiempo un nuevo usurpador, antes de ser depuesto poco después, por un hombre ajeno a la nobleza, el antiguo visir de Mentuhotep V, Amenemhat I (“Amón está en marcha”, “Amón es el primero” traducen otros) quien fundaría la XII dinastía. Los príncipes feudales consideraban intolerable que un funcionario hubiese accedido al poder, de manera que mediante oscuras intrigas palaciegas, lograron después de varios intentos, asesinar a Amenemhat, aunque no pudieron impedir que su hijo Sesostris I le sucediera.
A pesar de estos vaivenes políticos, que por otra parte han quedado reflejados en el relato de la epoca “Sinuhé”, las dinastías XI y XII se emplearon a fondo en recuperar las técnicas artísticas y de la construcción, que prácticamente habían desaparecido, esparciendo templos de aquí para allá, incluso en zonas ajenas al propio territorio egipcio. Mucho se había perdido durante el periodo feudal, si bien las ciudades del Norte probablemente conservaron lo esencial, (varias estatuas curiosamente efectuadas en madera, datan de esta epoca) a partir de lo cual resurgiría de nuevo el arte monumental egipcio, aunque jamás superaría el nivel alcanzado durante el Imperio Antiguo. La estatua de Mentuhotep II e incluso el complejo funerario de Deir el Bahari construido por Mentuhotep IV, son ajenos a la tradición y representan una innovación, sin embargo en lo sucesivo se buscará un retorno al clasicismo.

Las distintas creencias sobre la vida en el mas allá, que habían florecido durante el periodo feudal pueden ser agrupadas en dos sistemas, el modelo solar en torno a Amón Ra y el sistema religioso agrario en torno a Osiris en el norte y Min en el sur, y ambos, el sistema solar y el agrario, se encuentran elaboradamente entretejidos en el “Libro de los Muertos”.
El culto a Amón es el culto de la monarquía, y el centro de esta nueva teología sería la nueva ciudad santa de Karnak donde se edificó el santuario de Amon, del que solo se conserva un pequeño quiosco erigido por Sesostris I. Amón (Ra) sufrió una adaptación bastante radical en el intento de asociarlo a Osiris, de tal forma que en adelante Ra, un ente incorpóreo, absolutamente espiritual en su origen, acabará siendo espíritu solo durante el día y durante el viaje subterráneo nocturno será Iufu (Auf-Ra, "las carnes”, el carnero), investido de cuerpo material, un retorcido concepto, emanado del propio mito de Osiris, donde Ra se “contamina” con la materia en el momento de la resurrección de Osiris, al abrazar el cadáver de este, cuando el espíritu creador (Ra) y el bien (Osiris) se funden.
Amenemhat IV es el ultimo rey de la XII dinastía, le sucede la reina Sebeknefrure, posiblemente como regente en lugar de un hijo menor de edad, sin embargo poco después toma el poder Sekhemre Khutaui, quien inaugura la XIII dinastía . Numerosos reyes se suceden en cuestión de 50 años, adoptando los nombres reales de Amenemhat y Sesostris, lo cual es indicio de una cierta continuidad en la política centralizadora de la XII dinastía. Son tiempos oscuros para algunos investigadores, como oscuro es el movimiento de gentes que desde el norte empuja a los beduinos contra las fronteras de Egipto, son los tiempos del bíblico José, el hijo de Jacob.
Mientras los aqueos conquistan Grecia, los hititas se instalan en Asia menor y los medos y los persas se apoderan del actual Irán; florece la Babilonia de Hammurabi, durante un breve periodo Egipto recupera su influencia sobre la costa Siria y el imperio comercial minoico alcanza su apogeo. En un mundo convulso, Egipto intentó adaptarse a la nueva situación admitiendo en su territorio a “los portadores de manadas”, es decir a los que eran solventes, en lugar de cerrar sus fronteras frente a la avalancha humana.
Después de Seankhtaui Sekhemkare, sucesor de Sekhemre Khutaui, el país se divide nuevamente, Xois y luego Tanis serán las capitales del Norte en manos del militar Semenkhkare Mermesha. Mas tarde un nuevo rey, Sekhemre Seuadjtaui unificó otra vez “las dos tierras” y su sucesor Khasekhemre Neferhotep llegaría a ampliar la hegemonía egipcia hasta Biblos. Parece ser que durante el reinado de Khaneferre Sebekhotep, el sucesor de Khasekhemre, la capital de Egipto podía haber estado en Tanis, importante puerto relativamente cercano al Fayum, las prosperas tierras propiedad exclusiva de la monarquía. Durante este tiempo, el abastecimiento del ingente volumen de población, tanto autoctona como inmigrante, y la atención de la demanda exterior, convirtieron el país en un inmenso granero. Una buena administración real, algunos de los reyes que se sucedieron eran hijos de funcionarios, mantuvo durante un tiempo la economía a flote aunque supuso un incremento sustancial del poder feudal, dado el régimen agrícola imperante. Mas tarde el comercio cesaría, una serie de malas cosechas desabastecerían a la población, lo que produjo de nuevo el fraccionamiento del poder real; los príncipes de los nomos fundarían simultáneamente dinastías que extenderían su autoridad aquí y allá en virtud de eventuales alianzas, durante un tiempo llegó a existir una XIV dinastía en Xois, en el Delta, hasta que en un momento dado el Alto Egipto aparece gobernado por un tal Didumes, y el Bajo por el rey Nehesi (“negro”) del que se cree que ya era vasallo de quienes pronto invadirían Egipto, los hicsos. No sabemos hasta que punto fue una invasión traumática, ya que si bien los reyes del Imperio Nuevo se esforzaran mas adelante en dramatizar aquellos momentos, lo harán al parecer solo con el animo de reforzar el esplendor de su propia época, hoy en día se discute mucho al respecto, de hecho cabe la posibilidad de que fuera una ocupación pactada entre los enigmáticos aamu (asiáticos) llamados también heqa khasut (reyes extranjeros) y los reyes del Alto Egipto, quienes habrían entregado el Bajo Egipto sin luchar, replegándose hacia el sur, a sus propios territorios.
En la practica, aunque habían de pagar tributo, existe constancia de que hubo buenas relaciones entre los reyes del sur y los hicsos, quienes abandonado su cultura de origen, se acostumbraron a los modos egipcios rápida y profundamente, adoptando el culto real de Seth, el antiguo y tradicional dios del Alto Egipto, y entablando matrimonio con hijas de los reyes del Sur. De hecho, algunas de las listas de soberanos egipcios que han llegado hasta nosotros, forman las dinastías XV y XVI con los nombres de los reyes de Avaris, la nueva capital del Bajo Egipto.

Bibliografia: El Antiguo Egipto, Jacques Pirenne.

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