lunes, junio 01, 2009

Impresiones de viajes III





III.


No parece haber ruptura en la línea dinástica entre la IV y la V dinastía. Userkaf y Sahure podrían ser los hijos de Shepseskaf, aunque también es posible que Userkaf fuera en realidad el hijo de la princesa Neferhetepes, hija de Djedefre y un gran sacerdote de Heliopolis. En cualquier caso el hecho esencial es que Heliopolis recupera de nuevo su influencia, y los reyes de la V dinastía ya no pretenden suplantar a Ra, como hizo Cheops, sino que aparecen como sus fervientes seguidores, en adelante Ra, Hathor y el rey formaran una triada. El enfrentamiento existente desde Shepseskaf, entre los sacerdotes de Ra y los de Ptah, debió resolverse a favor de Heliopolis, ya que a los sacerdotes menfitas se les adjudicaba un titulo que les hacia sirvientes de Ra.

El culto solar adquiere la hegemonía sobre los demás cultos. El templo de Ra, que como conciencia creadora no necesita una casa a diferencia de los demás dioses, se caracteriza porque su liturgia se celebraba al aire libre, el templo en realidad es una amplia terraza con un altar, tras el cual se erige una pirámide truncada de la que emerge un obelisco.

Durante la V dinastía, los reyes donarán tierras de sus propios patrimonios a los templos, con las que los sacerdotes llegarán a enriquecerse, tal vez para asegurarse su lealtad el rey Neferirkare concederá además exenciones fiscales a los templos, un privilegio que a la larga le costará caro a la corona. El clero llegará a conformar una nueva clase social, una nobleza hereditaria constituida por los Iry Pât, los príncipes, los Rekh nisut, que son los parientes del rey, y los Imakhu, los fieles. También los visires, que son los más altos cargos civiles, llevaran el titulo de Iry Pât, equiparándose a los propios hijos de los reyes, imagino para sustentar su política absolutista, los reyes de la V dinastía se vieron obligados a hacer grandes concesiones. Surge un nuevo tipo de trabajadores, los “servidores perpetuos”, que desarrollan su actividad en un régimen de semi-esclavitud, aunque probablemente muchos de ellos, dadas las circunstancias, vivían considerablemente mejor que muchos hombres libres, ya que los pequeños propietarios ajenos a la nobleza no podían competir con los príncipes y sus fantásticas prebendas reales.

Para cubrir los enormes gastos derivados del lujo de la Corte, del culto y las grandes construcciones se puso en práctica un nuevo modelo administrativo. Los cuarenta y dos nomos que conformaban el país, quedaron reducidos en materia administrativa a dos, El Alto y el Bajo Egipto, regidos por sendos “directores”. A su vez el Alto Egipto se fraccionó a su vez en otros dos, el Alto Egipto eminentemente agrícola, y las “Ciudades Nuevas” del Egipto Medio, infestadas de mercaderes. Al mismo tiempo, poco a poco, los nomos iran feudalizandose con la aprobación o el consentimiento de la monarquía. Desde el reinado de Sahure concretamente, el nomo de Un (Hermopolis Magna) queda en manos de la familia Serefenka de forma hereditaria. Hay que ver en este hecho, quizás, el distanciamiento que se había ido produciendo entre la realeza y el pueblo llano y la necesidad de vincularse a una elite cada vez más numerosa creada ex profeso.

La Teología solar, tan vinculada al poder real, vería retroceder su influencia en el país al tiempo que proporcionalmente disminuía el control del rey, de tal forma que con el tiempo, los nomos resucitarían sus propios cultos locales en perjuicio del culto solar. Los famosos “Textos de las pirámides”, datables en el periodo predinastico, aparecen entonces abarrotando las paredes de la pirámide de Unas, una tendencia arcaizante reflejo de la crisis social que representa el auge de la nobleza y la oligarquía, frente al declive del culto solar y la monarquía, de hecho a la muerte de Unas, su sucesor Teti I, fundador de la VI dinastía, llego al poder gracias a la nobleza y la oligarquía. En realidad serán los sacerdotes transformados en príncipes quienes gobiernen en adelante las provincias, de hecho ya durante el reinado de Pepi I el “nomarca” de Un lleva el titulo de Hatia, reservado hasta entonces para los visires y virreyes de Nekhen. Al final del reinado de Pepi I casi todo el Alto Egipto se encuentra en manos de príncipes cuyo cargo tiene ya carácter hereditario y que al mismo tiempo son grandes sacerdotes del dios local.

El hijo del rey Pepi I, Merenre a pesar de su juventud, era consciente de lo que se avecinaba, por eso intentó atajar el poder de los príncipes feudales, poniéndolos bajo la lupa de un hombre de su confianza, Uni. La Justicia se había escindido en la Alta Justicia (solo para los nobles) cuya potestad conservaba aun el rey, y la Baja Justicia, en manos del príncipe del nomo.

Merenre aun poseía cierto control militar, en virtud de las bandas de nubios que el rey Teti I trajo para asegurarse un mínimo suficiente, puesto que las levas se hacían en los nomos y los príncipes podían mostrarse reticentes.

El control de los ingresos del fisco, el único recurso económico del rey, tan mermado a causa de las inmunidades de los templos, fue confiado a Uni, desconfiando de la buena voluntad de los “nomarcas”. Inesperadamente el rey Merenre muere, por suerte (?) para los príncipes feudales y es su hermano Pepi II quien accede a la corona con solo cinco años y durante los noventa que dura su reinado, se consuma el colapso del Imperio Antiguo. Al final de su reinado el rey amagó un intento de recuperar poder adquisitivo, declarando nulas todas las inmunidades fiscales concedidas durante los últimos doscientos años, pero el daño en el entramado económico y social era ya tan grave y tan ridicula la influencia de este tipo de decretos, que se vio obligado a desdecirse.

Dada la debilidad del desabastecido ejército real, las fronteras del delta se hicieron perfectamente transparentes para las tribus del Este que invadieron el territorio, estableciéndose alrededor de las ciudades, sustituyendo en muchos casos a la mano de obra local. Grupos de “arqueros asiáticos” entraban a saco en las ciudades del delta llegando a veces hasta el Alto Egipto, a raíz de estos asaltos permanentes, el comercio se paralizó, los campos de cultivo fueron abandonados y la gente que se había quedado sin trabajo acabó sublevándose, las zonas rurales se volvieron altamente inseguras y en todas las ciudades, incluida la propia capital, Menfis. se desató tal revuelo que no quedó titere con cabeza: los títulos de propiedad desaparecieron y la nobleza fue completamente despojada con el apoyo de la pequeña burguesía y el funcionariado. Durante este periodo los antiguos nobles tuvieron que mendigar trabajo a aquellos que fueron sus sirvientes. Merenre II, al año de su reinado, desaparecerá arrollado por una turba de sublevados. La monarquía centralizada sucumbió definitivamente en el Norte, donde las ciudades volverían a prosperar ahora como republicas burguesas independientes, mientras en el Sur, los príncipes feudales se disputarían la soberanía.

Se abre un periodo caótico que presenta un panorama político confuso, actualmente denominado primer periodo intermedio, durante el que conviven tres dinastías simultáneamente, la VII en Menfis donde según Manetón reinaron setenta reyes durante setenta días, la VIII con NeferKauhor Neteribau en Abidos, una mera marioneta del príncipe Shemai de Koptos y la IX con Meribre Kheti I en Heracleopolis. La dinastía VIII desaparece sin dejar rastro tras Demedjibtaui Uadjkare, el sucesor de Neferkauhor. Las republicas independientes de las ciudades del delta y las ciudades nuevas del Egipto medio, aceptarán la tutela del rey Kheti, una vez que este reforzase las fronteras con el apoyo de las propias milicias urbanas, sin embargo los feudales del Sur se alzarían en armas contra la X dinastía heracleopolitana. En su afán por recuperar el control de todo el territorio, Neferkare de Heracleopolis espolearía a su aliado el príncipe Hetep de Hierakompolis (Nekhen) y luego al hijo de este, Ankhtifi, para que atacaran al príncipe Khui de Edfú, aliado del príncipe Antef de Tebas. Ankhtifi obediente, resultó victorioso por lo que fue investido príncipe de Edfú, empleándose en seguida en atacar Tebas, aliándose con el príncipe de Elefantina. Si bien al principio no parecía haberles ido mal, la guerra sufrió un receso a causa de una hambruna generalizada que sacudió el país, tras la cual no sabemos como, es el rey Antef I de Tebas quien se nos presenta como fundador de la XI dinastía, enfrentándose directamente con ello a Neferkare de Heracleopolis. Ambos, Neferkare y Antef mueren el mismo año, el 2120 antes de la era actual.


Texto de Uni.


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