He
descubierto con sorpresa y cierto desagrado que un gran número de antropólogos
y paleo-especialistas son unos auténticos forofos de la competitividad al igual
que los magos de la mercadotecnia que están desbaratando el sistema financiero.
Dicen que somos animales muy sociales y que eso ha marcado hasta ahora nuestra evolución
biológica, de manera que desde que el miedo a los depredadores y al hambre
pasaron a un segundo término, desde entonces, al no tener otra especie con la
que enfrentarnos, acabamos compitiendo contra nosotros mismos. Lo que me fastidia es la naturalidad con la
que manifiestan sus opiniones, que no son otra cosa puesto que ellos mismos
reconocen no estar seguros de poder definir ni siquiera que es una especie. La
opinión de un experto puede convertirse en un arma en malas manos y como en el
caso de Nietzche, malinterpretarse. Al fin y al cabo la antropología es una
especialización de la investigación (pre)histórica, esto es, no es una ciencia,
aunque se realicen estudios estadísticos, teóricamente se haga uso de la lógica
y se empleen herramientas tecnológicas.
No estoy
poniendo en duda el hecho de que la competencia y la sociedad sean fenómenos
íntimamente relacionados, no cuestiono el hecho de que los abusones y los
canallas a través del miedo se hayan perpetuado a la cabeza de la sociedad
desde tiempo inmemorial, me pregunto cuando los términos humano, humanidad,
humanismo, dejaron de estar emparentados con la fraternidad y la colaboración.
La antropología es, siempre lo ha sido, conflictiva, tanto que los propios
profesionales se muestran reacios a entrar en ciertos aspectos de la materia,
por miedo a echar más leña al fuego, temas como la disparidad en la forma del
cráneo de los restos óseos prehistóricos encontrados, unos braquicéfalos y
otros dolicocéfalos, un argumento que adoran los racistas.
Otros tipos
de homínidos, ancestros nuestros tal vez, vivieron toda su vida en sociedades
jerárquicas altamente competitivas y se extinguieron, ¿Por qué entonces se
quiere ver la competitividad en nuestra sociedad como un elemento de progreso
evolutivo?, ¿no será tal vez un lastre?. Deberíamos darle una oportunidad al
individuo, no somos animales gregarios aunque reconozco la fuerza de la
sociedad y sus ventajas, personalmente
pienso que se debería aflojar la presión de los otros, de los demás, sobre el
individuo y darnos más espacio a nosotros mismos. Debería tenerse más en cuenta
la consciencia humana, aunque no sabemos muy bien que es, aun no entendemos del
todo como un proceso electroquímico en nuestro cerebro resulta en una facultad psíquica,
está claro que es un proceso subjetivo, del individuo, que nos capacita para ir
más allá de las tradiciones, la moda, los deportes de masas (o para las masas)
e incluso la guerra, nos capacita para decidir a expensas de las líneas oficiales
o el pensamiento dominante en la sociedad, que no es poca cosa.
Para ser primates, somos unos monos muy raros,
no lo digo yo, lo reconocen los propios
expertos, de hecho este es el principal problema, no somos fáciles de
catalogar, que somos mamíferos es bastante evidente, pero no está nada claro
porque tenemos frente, mentón y nariz a diferencia del resto de los primates.
Sin duda habrá quien deduzca estos cambios morfológicos de nuestras habilidades
manuales, de mecanismos posturales o que se yo, pero aunque asi sea siempre se
encontrará con un problema difícil de resolver, el factor tiempo, porque es
bastante improbable que en el lapso de apenas cuatrocientos mil años, una cifra
insignificante en términos evolutivos, el homo ergaster (o el erectus, pero ese
es otro debate) cambiase tan radicalmente de apariencia. La sensación es que
algo falta en nuestra prehistoria y no va a ser la dichosa competitividad.
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