La Junta electoral de manera un tanto atropellada, decidió prohibir las concentraciones del 15M durante la jornada de reflexión, los partidos políticos acordaron a duras penas considerar ilegal las multitudes en los espacios públicos, algo inusual de parte de los que presumen de demócratas, afortunadamente en ultima instancia alguien trasladó el asunto a la Justicia y así el sistema de partidos consigue salir indemne, evidentemente cuando los tribunales fueran a pronunciarse ya habría transcurrido la jornada de reflexión. Por cierto ¿Qué reflexión cabe con los espacios públicos empapelados hasta la nausea con propaganda electoral?
Los políticos están ahí, enrollados en su mundillo de metódicos careos y rimbombantes campañas, esperando a que pase la marea, mientras la gente se asoma al mundo como hace años se asomaba a la calle, empieza a escucharse a si misma y a tomar decisiones sin consultar a “las autoridades”, entre otras cosas porque estas han perdido la autoridad que solo da el respeto.
Si la cosa va a mas, veremos situaciones insospechadas en un estado de derecho, como se han visto en otras partes del mundo, pero aunque en cada país se trate de vincular los efectos de las manifestaciones al propio entorno, son ya y de hecho así debe ser, un fenómeno que traspasa fronteras, aparentemente ajeno a directrices políticas definidas y con posibilidades de convertirse en algo mas que una sofisticada forma de decir que estamos hasta los mismísimos.
Al final el espectáculo de las urnas es como Eurovisión, la gente vota más a la bandera que a la canción o al intérprete y más en contra que a favor de nadie, quizás por eso los mejores no se presentan a las elecciones. En cualquier caso el resultado ha sido mas bien una hostia en toda la cara para el gobierno que un resultado electoral. A la gente le gusta este sistema, es cómodo y aunque estos periódicos golpes de timón ralentizan enormemente nuestra evolución social, demarcan el rumbo y el ancho del piso, como los palos que da un ciego a uno y otro lado, si bien avanzando hacia no se sabe muy bien donde. En general otras opciones, otros caminos son ignorados, permanecen ocultos, como si no estuvieran ahí, como si la única verdad se encontrara limitada entre la cada vez mas estrecha franja que separa las opciones políticas actuales.
El lastre de la comodidad es intenso, al absurdo devenir del mundo alguien lo llamó poéticamente “el viento de los tiempos” porque llevaba a las personas de un lado para otro como la hojarasca, aludiendo al hecho patente de que nadie es dueño de sus circunstancias, una odiosa observación ya que dota de belleza aquello de lo que quizá deberíamos estar avergonzados.
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