No sé por qué me gusta saber de dónde vienen las palabras,
es algo que siempre me ha cautivado. Oyes una palabra, sabes a que se refiere y
basta, pero cuando descubres el sentido original, el tiempo y el espacio del
que proviene o mejor dicho la idea que tienes de ese mundo, se abre delante de
ti, y cuanto más antiguo más fascinante resulta, sobretodo porque por alguna razón
ese sonido articulado ha sobrevivido cientos de años, incluso milenios, muchos
y más a menudo de lo que en principio se puede imaginar, porque las lenguas están
hechas de un material muy maleable, es difícil leer un libro de hace unos pocos
cientos de años aunque este escrito en la lengua materna.
Quizá este gusto por los arcaísmos me viene de aquella vez
que leí sobre el desciframiento de la lengua hitita (hititas indoeuropeos, no
los anteriores), cuando los investigadores averiguaron que “agua”, “water” en
ingles, se decía en hitita “wasser”, la misma raíz. Tal vez mi interés empezó mucho
antes, se me daba bien el latín en el instituto, no tuve la suerte de poder
estudiar griego porque cambiaron el programa de estudios, cuando terminó la
dictadura. Además el castellano es una lengua rica que contiene un número
importante de arabismos, “Ojala”, “Aljibe”, “Almohada”…, si bien hoy en día en
este mundo globalizado, no es una novedad, ya todos los idiomas tienen muchas
influencias de lenguas muy dispares, pero cuando eres un niño viviendo en un régimen
de puertas cerradas al resto del mundo, cualquier cosa extranjera resultaba exótica.
No hace mucho descubrí que los japoneses, resulta difícil de
creer, al parecer han eliminado por razones éticas la palabra “ruido” que
originalmente era el símbolo para “mujer” repetido tres veces, como bosque es árbol+árbol+árbol,
sustituyéndola por el anglicismo “noise”, no deja de sorprenderme lo
disciplinados que son en Japón, normalmente los idiomas evolucionan de una
manera bastante más aleatoria. El caso es que hurgando en el diccionario electrónico
sumerio de la universidad de Pennsylvania, he tropezado con una referencia
curiosa y ya sé, no es el pasatiempo habitual de la mayoría, lo curioso es que no
ha sido difícil, era la primera palabra de la letra L, concretamente la palabra
“la” o exactamente “la6”. Que se representa así:
Significa “inundación”, y como la mayoría de las palabras de
una sola silaba que suelen ser las más antiguas, comprende una serie de
significados relacionados: humedad, empapar, etc.. Pero la gracia del
descubrimiento está en su equivalente acadio, que por fortuna proporciona el
ePSD, y que presumiblemente es tan antiguo como el término sumerio. Los
Egipcios llamaban a su rio, Iteru o divinizado Hapy, sin embargo el nombre por
el que todos lo conocemos hoy, los expertos lo hacen derivar de la palabra árabe
nalah, que significa valle o rio, aunque actualmente en árabe rio se dice wadi,
por lo que yo sé, pero bueno el punto es que los griegos, los clásicos, cuando
no lo llaman Aegyptos lo llaman Nailos, de ahí Nilo, sin que quede muy claro quien
tomó el termino de quien.
“Nilu”, es el termino acadio para “inundación”, palabra que
define muy bien el comportamiento del Nilo antes de la construcción de la presa
de Assuan. Hay que recordar que originalmente las lenguas semíticas solo escribían
las consonantes, así que la raíz consonántica “nl” de la palabra “nalah”, hace que
la interpretación de su origen a partir del árabe, puesto que está emparentado
con el acadio, sea perfectamente válida, sin embargo esta precisión probablemente
permite remontar el origen de la palabra tres mil años cuando menos.
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