Cuando Sheshonq I expulsó a la cúpula del sacerdocio de Tebas para colocar a su hijo Iuput, estos se refugiaron en Napata, donde pusieron en marcha en torno al templo de Amón, construido en época ramesida, una administración y una monarquía teocratica al estilo tebano al mando del mas poderoso jefe de los mercenarios libios, que Ramses asentara en Nubia mas de trescientos años atrás, Kashta, hermano de Alara, según que fuentes, séptimo rey de Kush, quien dió lugar a un régimen lo suficientemente estable como para recaudar impuestos y volver a poner en funcionamiento las minas de oro. Mientras en el norte, los distintos príncipes libios se debilitaban en continuos enfrentamientos, Kashta, daría los primeros pasos para hacerse con el control del Alto Egipto, colocando a su hija Amenirdis como sucesora de la vigente esposa divina de Amón en Tebas y sentando las bases para que su hijo, Piankhi, fundara la XXV dinastía, también conocida como dinastía Kushita o Nubia.
El problema, aquello que mantenía enfrentados a los principes locales y que provocó que varias dinastías se solaparan en el tiempo, surgió a causa de la evolución que se había producido en el derecho de sucesión desde la dinastía XVIII, cuando aun era posible legitimar la monarquía mediante el matrimonio con una princesa del linaje de Amón, en virtud del mito de la teogamia, sin embargo parece ser que Osorkon III había llegado a establecer un pacto con el sumo sacerdote de Amón, acuerdo que además fue aceptado tácitamente por todos los príncipes feudales, por el cual desde ese momento, la hija del rey, una virgen, será asignada al templo de Karnak como “esposa divina de Amón” de tal manera que ni el rey ni el sumo sacerdote pudieran hacerla su consorte, con lo que en la practica ningún príncipe podía arrogarse el derecho divino por medio del matrimonio. Técnicamente, Amón retiraba de esta forma a los hombres la capacidad de gobernar en su nombre y en cierto modo autorizaba a cada príncipe a luchar por el poder. En realidad esto no resultó ningún problema para algunos príncipes feudales, que no dudaron en optar a la monarquía por “la gracia” del dios local, lo que en definitiva redundó en detrimento del prestigio de Amón que de hecho hacia tiempo que se había visto muy mermado en favor de Ra, Ptah o Thot, en función inversamente proporcional al auge económico de las ciudades de las que estos dioses eran patronos, dado el anquilosamiento financiero de Tebas.
Tefnakht, decidido a terminar con aquella situación, reunió en una coalición contra Piankhi, a todos los príncipes del Delta, con la excepción del príncipe Akanosh de Sebennitos y Petisis de Atribis, al frente de la cual se apoderaría de Menfis y conseguiría la sumisión del príncipe de Hermopolis, dirigiéndose hacia Heracleopolis donde reinaba aun la XXII dinastía. Durante el sitio de la ciudad, Piankhi recibió una petición de ayuda de unos emisarios de Heracleopolis, que se había negado a capitular, y este envió a su ejército hacia el norte, desbaratando la coalición de Tefnakht. Piankhi, liberó Heracleopolis y continuó “liberando” ciudades y premiando a las que se habían negado a seguir al príncipe de Sais, presentándose piadosamente y con estudiada ceremonia ante el dios de cada ciudad para ser reconocido como soberano, un paseo, hasta que llegó a Menfis, allí Piankhi encontró una verdadera resistencia, debido a que el control de la ciudad lo tenia la población civil y no el sacerdocio, tras los muros le esperaban las milicias compuestas por artesanos y trabajadores libres, apoyadas por ocho mil hombres, entre soldados y marineros, que Tefnakht había logrado introducir en el ultimo momento, sin embargo a pesar de todo, Menfis fue tomada por sorpresa y la flota de la ciudad inmovilizada en el propio puerto, cuando irrumpieron las tropas nubias a través del Nilo, en un audaz movimiento que los defensores no esperaban en plena crecida. Piankhi, devolvió a los sacerdotes de Menfis prebendas que le habían sido confiscadas y castigó severamente a la población civil, luego siguió avanzando sin encontrar resistencia, hacia Sais. Tefnakht, solo, sin apoyos, se vio obligado a aceptar la soberanía etiope, lo que le valió conservar intactos, a pesar de tener que pagar tributo, su patrimonio y su influencia política. Después de esto, Piankhi se retiraría al Sur, incapaz de ejercer una hegemonía plena en todo el territorio a pesar de haber obligado a todos a que reconocieran su autoridad, y no volvería mas al Delta, dejando de esa forma las cosas, prácticamente como estaban.
La crisis interna seguía manifestándose: al igual que la nobleza sacerdotal y la burguesía ciudadana habian desposeido de sus derechos individuales a la clase media cuando Mineptah expulsó a los esclavos extranjeros, el triunfo de Piankhi representaba el ascenso de un núcleo duro de esa misma nobleza sacerdotal investida del poder monárquico y a su vez, un nuevo repliegue, la desposesión de los derechos feudales y comerciales de las ciudades y los señoríos, una concentración del poder que el país no se podía permitir y en todo caso, las ciudades no iban a consentir: en poco tiempo Tefnakht se hizo con el control de todo el Delta. Su sucesor Bakenranef (el Bocchoris de Heródoto) solo reinaría cinco o seis años, pero su influencia dentro y fuera de Egipto, fue importante, fue un notable legislador imbuido por la idea de repartir mejor la riqueza y devolver algunos derechos individuales a la población, consciente de la imperiosa necesidad de restablecer la confianza en la administración, o eso, o era un truhán ambicioso que utilizó a las masas populares de las ciudades para desbaratar el poder de los príncipes feudales y de los sacerdotes, tal vez fue ambas cosas, en cualquier caso, los clásicos grecorromanos lo incluían en la lista de sabios legisladores de la antigüedad, sin embargo cometió un terrible error, provocando al imperio asirio al incitar una rebelión en Palestina, aunque consiguiera evitar la invasión pagando tributo a Sargon II. Desafortunadamente para Bocchoris, el rey Shabaka del Alto Egipto, hermano y sucesor de Piankhi, acudió a la llamada de la nobleza sacerdotal del Delta, que temía por sus riquezas y privilegios, capturándolo y enviándolo a la hoguera por hereje (una práctica extraña a la costumbre egipcia, de impronta asiática tal vez).
A pesar de que Shabaka consiguió con esto nada menos que reunificar de nuevo a Egipto, da la impresión de que vino de Napata como uno de esos polis que disparan y luego preguntan, puesto que en seguida, después de preguntar, evitó de forma explicita al clero de Amon alejándose de Tebas, trasladando la residencia real a Tanis pero estableciendo la capital en Menfis, desde donde trataría de reinstaurar la teología solar en torno a Ptah en perjuicio de la visión feudo-sacerdotal que preconizaba el sacerdocio de Amon. Financió trabajos de restauración en caminos, puertos y canales, con la clara intención de facilitar el comercio y ganarse el aprecio de las ciudades, Sais, a pesar de la “herejía” de Bocchoris, no fué anexionada como señorío real y el hijo del hereje, Necao, conservó el principado de su padre. Shabaka por otra parte y a pesar de todo, carecía de un ejercito suficiente como para enfrentar a Asiría, así que envió regalos a Sargón, que este, por fortuna, correspondió con otros regalos, como era acostumbrado entre monarcas cuando se pretendía mantener una buena relación.
Poco antes de morir Shabaka, se acabaría esta buena relación cuando Senaquerib, el sucesor de Sargón, tuvo que marchar sobre Palestina para aplastar la rebelión de las ciudades de Israel y Judea. El rey Ezequias, para evitar el saqueo de Jerusalén optó por entregar la indemnización que Senaquerib le exigió, pero aun así, los asirios no levantaron el sitio, circunstancia que utilizaría Shabataka, el sucesor de Shabaka, como justificación para intervenir en la zona, por lo que envió a su primo Taharqa al mando de las tropas a combatir contra el ejercito asirio. Parece ser que Senaquerib, se tomó el ataque a chufla, según se desprende de una carta de este al sitiado rey Ezequias, en realidad el rey asirio ya estaba resuelto a abandonar el sitio de Jerusalén debido a una epidemia de peste que estaba agostando sus fuerzas, aun así, derrotó al ejercito egipcio en Ascalón y Jaffa para luego internarse en el Delta, pero Shabataka obtuvo el apoyo de las milicias de tenderos y trabajadores de Tanis logrando rechazar a los asirios frente a Pelusa. El ejército de Shabataka estaba formado en realidad solo con las tropas del Alto Egipto, los feudales del norte lógicamente negaron sus fuerzas libias al rey ya que se sentían agraviados porque sus privilegios estaban siendo abolidos, en virtud de la politica de centralización que practicaba la monarquía nubia; desde el reinado de Shabaka, estaban siendo sistemáticamente atacados por vía administrativa, distintos aspectos del poder feudal, con la intención de reedificar la administración del Imperio Nuevo, es por esto que el rey tuvo que recurrir a la población de las ciudades, verdaderamente interesada en evitar la invasión del temible ejercito asirio.
Shabataka sería asesinado poco despues por Taharqa, quien excusó su acción, apelando al derecho de sucesión que Shabaka había violado nombrando sucesor a su propio hijo, ya que la ley de sucesión feudal establecía que el trono pertenecería siempre al linaje del primogénito de Kashta, en este caso Piankhi, padre de Taharqa.
Durante veinticinco años, Asiría no hizo acto de presencia, y Taharqa continuando la politica centralizadora, mantuvo la presión sobre los príncipes del norte, llegando hasta el extremo de deportar a todas las esposas de aquellos, para obligarles a plegarse a sus demandas políticas. Una de las reclamaciones que enfrentaba a la monarquía con los feudales era precisamente el derecho a disponer de las tropas libias del Delta, con objeto de reconquistar Siria y Palestina, un sueño imposible, pues en esos momentos, los propios príncipes combatían unos contra otros. Consciente de sus limitadas posibilidades militares, Taharqa se había entregado a monumentales proyectos arquitectónicos confiando quizás en que con el conflicto dinástico surgido a la muerte de Senaquerib a manos de algunos de sus hijos, se desvanecería el interés despertado por Egipto. En realidad Asiría siempre estuvo mucho mas interesada por las ricas y mas accesibles ciudades de Siria y Palestina y por supuesto Babilonia, ya que el principal objetivo de los monarcas asirios, se reducía al saqueo, el único sentido de la conquista era sencillamente el botín, a diferencia de Egipto o Babilonia que veían la guerra solo como un medio para salvaguardar sus intereses comerciales. Los monarcas asirios amontonaban las riquezas robadas que la guerra les procuraba en Nínive, adornándola con resplandecientes palacios y templos donde, afortunadamente para los historiadores actuales, llegaron a almacenar una importante parte del legado cultural mesopotámico. En realidad Asiría no era un estado propiamente dicho, era mas bien un centro productor de unidades para el ejercito, Asiria era el rey y la administración poco o nada se preocupaba de la prosperidad de los territorios conquistados, se reducía prácticamente al cobro de los tributos y en los países “amigos” la diplomacia solo tenia el propósito de espiar e intrigar. La guerra era su negocio, si bien no todas las que emprendían resultaban provechosas, las constantes guerras fronterizas suponían un desgaste permanente, en concreto los conflictos con sus vecinos medos, persas y elamitas representaban en aquel momento una tarea suficiente como para mantener a los ejércitos asirios lejos de Siria y Egipto.
Babilonia, aprovechando la muerte de Senaquerib, asesinado por uno de sus hijos, se sublevó y Assarhaddon, también hijo suyo, tuvo que sofocar la rebelión, después de vengar el asesinato de su padre. Informado de la crisis dinástica asiria, Taharqa aprovechó el momento para fomentar la rebelión de las ciudades de Palestina y Siria, e incluso se atrevió a intervenir, una estupidez que atrajo el interés del rey asirio, quien venció al ejercito egipcio en Ekron y mediante una estudiada estrategia, se introdujo en el Delta por el Sinaí, con el inestimable apoyo de los beduinos, cuya labor fue la de abastecer de víveres y agua a las tropas asirias durante la travesía por el desierto, un duro camino, con el objeto de evitar la ciudadela de Tanis y a las milicias de tenderos y trabajadores libres que impidieron a su padre conquistar Egipto. Assarhaddon se apoderó sin resistencia del Delta, aunque no persiguió a Taharqa que fue a refugiarse en Tebas. Los príncipes del norte aceptaron la soberanía asiria y a cambio, Asarhaddon los conservó en sus puestos, contentándose con cambiar el nombre de las ciudades y los de los principales por nombres asirios, colocar al dios Assur a la cabeza del panteón y asignar un delegado asirio como supervisor en cada prefectura. Estas condiciones representaban una novedad en la relación de Asiria con los pueblos conquistados, evidentemente diseñada con la intención de imponer una cierta uniformidad cultural a su imperio, no podía esperar que los pueblos conquistados a sangre y fuego, asimilaran voluntariamente su lengua y sus costumbres. Aparte de esto y de un tributo que las ricas ciudades se podían permitir, la ocupación asiria sirvió a los príncipes feudales del Delta para preservar los privilegios que la monarquía nubia quería destruir, por lo que se sentían cómodos con la situación.
A pesar de todo, en cuanto se le presentó la oportunidad, Taharqa instigado por el clero de Menfis lanzó una ofensiva y se apoderó de la ciudad abatiendo a la guarnicion asiria y la oposición ciudadana. Fue un golpe de efecto que no encontró ningún eco favorable, los príncipes del Bajo Egipto le dieron la espalda y Assarhaddon no encontró ninguna resistencia cuando volvió a entrar en el Delta en dirección a Menfis. Fue una verdadera suerte para Taharqa que el rey asirio muriera durante la contienda, hecho que causó la retirada en desbandada del ejercito invasor permitiendo al rey del Alto Egipto gobernar en Menfis durante unos tres años, hasta que Asurbanipal, el sucesor de Asarhadon, se encontró en disposición de volver a Egipto, enviando a su ejercito a retomar Menfis. Esta vez, tras tomar la ciudad, el ejercito asirio remontó el Nilo rumbo a Tebas, decidido a conquistar todo el territorio. En aquel momento, los dos príncipes mas relevantes del Delta, Pakrur de Per-seped y Necao de Sais, enviaron emisarios a Taharqa ofreciéndole su ayuda a cambio de dividir el territorio egipcio en tres partes, el Delta oriental para Pakrur, el occidental para Necao, conservando Taharqa el Alto Egipto, sin embargo los emisarios fueron apresados. Asurbanipal saqueó Sais, Mendes y Tanis, ordenó desollar y empalar a multitud de príncipes y se llevó a Necao prisionero a Ninive. Tebas ni siquiera se resistió, Taharqa huyó a su capital nubia de Napata y Mentuemhat, quien gobernaba en Tebas, aceptó la soberanía asiria.
Asurbanipal, consciente del prestigio del hijo de Bocchoris, lo trató bien y lo devolvió pronto a Sais, reintegrándole sus antiguos privilegios, de hecho Necao aparentaba ser un entusiasta de Asiria, adoptando para si y para su hijo Psametico, nombres asirios. A la muerte de Taharqa, fue coronado en Napata, Tanutamón, el hijo de Shabataka (según la ley de sucesión feudal), quien llegó con animo de dar un vuelco a la situación, Tebas no representó ningún problema pero en Menfis tuvo que enfrentarse a las milicias urbanas, la guarnición asiria y un fuerte contingente enviado por una coalición de príncipes del Norte, sin embargo el rey los aplastó con sus reducidas tropas nubias y Necao resulto muerto durante la batalla. Los príncipes se acantonaron en sus nomos, pero Tanutamón mostrándose decepcionado por tener que combatir contra compatriotas, no los persiguió. Menfis se convirtió en su residencia y la nueva situación se prolongo mientras Asurbanipal estuvo ocupado “pacificando” el Elam. En un momento dado, Pakrur, desligándose del control asirio, condujo a todos los príncipes del Norte a Tebas, excepto el hijo de Necao, Psametico, príncipe de Sais, para rendir pleitesía a Tanutamón, imbuido quizás por el discurso nacionalista que el rey nubio había adoptado. Psametico decidió refugiarse en Ninive, convencido de que la superioridad militar asiria, quebraría aquella frágil unidad nacional, como así fue: al cabo de tres años Asurbanipal se presentó en Egipto y automáticamente todos los príncipes se rindieron, así que a Tanutamón no le quedo más remedio que huir, refugiándose en Napata. Esta vez y de forma definitiva Tebas fue arrasada y la población pasada por las armas, el ultimo vestigio del antiguo poder del clero de Amón fue extinguido para siempre, tan solo la divina adoratriz del dios, sin ninguna relevancia política, escapará de la masacre. La ruina de “la ciudad de las cien puertas”, un hecho que conmocionó al mundo y que tanto griegos como judíos recogieron en sus escritos, fue un acontecimiento que marcó el fin de una dinastía y también el de una época.
Asurbanipal, una vez acabada la campaña militar egipcia, se mostró condescendiente con los entonces doce príncipes que se repartían Egipto, dejándoles hacer y deshacer siempre y cuando cumplieran puntualmente con el tributo exigido. Estos doce príncipes habían llegado a un acuerdo mutuo de no agresión sancionado por el dios Ptah, sin embargo cuenta Heródoto que a través de un oráculo en Menfis, este dios había profetizado que encontrándose reunidos para las libaciones de costumbre en el templo de Ptah , aquel de los príncipes que bebiera en una copa de bronce, seria el único rey de todo Egipto y según el relato, en una de esas ocasiones, el gran sacerdote del dios, sacó solo once copas de oro, en lugar de las doce necesarias para efectuar el solemne ritual sagrado y Psametico que era el ultimo en beber, sin pensar usó su casco de bronce a falta de copa, cumpliéndose de esta forma la profecía. Leyendo entre líneas podemos concluir de la narración, que el clero de Menfis apostaba por la monarquía única y que Psametico era su favorito, al fin y al cabo, Menfis era un estado dependiente de Sais y el clero estaba al tanto de las magnificas relaciones no solo comerciales que Psametico mantenía con Lidia y que al final le darían los medios para el éxito de su proyecto, que no era otro que el de arrebatar Egipto a los asirios e implantar la monarquía solar en torno a Ptah, a costa de la feudalidad.
Probablemente Asurbanipal confiaba en que Psametico sin el apoyo de los demás príncipes, con el ridículo ejercito de un príncipe local, no se atrevería a desafiarle, pero ni el, ni los propios príncipes feudales esperaban que Giges, el rey de Lidia, por entonces uno de los hombres mas poderosos de su entorno, proporcionara al príncipe de Sais, suficiente oro y un ejercito compuesto de mercenarios jonios y carios equipados con armaduras, unos “hombres de bronce” también proféticamente anunciados. Psametico completó, en efecto, sus planes llevando incluso la frontera oriental hasta Ashod, en Palestina, fundando la celebre dinastía XXVI, mejor conocida como dinastía saíta.
Desde este momento, la dinastía nubia refugiada en Napata, abandonará esa ciudad para fundar una monarquía de corte amonita mas al sur, en Meroe, en tierras etiopicas, donde con el tiempo degenerará, llegando a absorver las primitivas costumbres del entorno, que incluian rituales en los que no eran infrecuentes los sacrificios humanos.
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