La mitología, aunque es
un camino muy trillado, es un terreno por el que hay que andar con pies de
plomo y moverse con cuidado, es un estrecho desfiladero sembrado de dificultades
que hoy en día, casi todos los investigadores descartan al primer vistazo. Muchos
son los historiadores que se han perdido persiguiendo etimologías, escrutando
topónimos y que han acabado despeñados en el fondo del abismo de las
dataciones. Aun así, investigadores como Evans en el caso minoico o Schlieman
con Troya, usando la mitología como herramienta, han podido rescatar del olvido
mundos que se creían irrecuperables. Sin embargo hoy sabemos que para poder
remontarse al mundo primigenio de la Arcadia antediluviana, van a hacer falta
laboratorios oceanográficos y sondas submarinas para rastrear esos miles de
años que resuenan con un eco difuso en la memoria escrita, en las pinturas
rupestres y los crípticos jeroglíficos de Gobleki tepe.
Desde que allá por 1998
se presentaran las primeras evidencias geológicas, hasta que el cazatesoros americano,
Robert Ballard se decidiera a echar un vistazo por allí poco después, la teoría
de la inundación del Mar Negro está muy abandonada, cosa que no me
explico. Según los geólogos William Ryan
y Walter Pitman, hacia el 5500BC el Mar Negro dejo de ser un vasto lago de agua
dulce, para convertirse en el mar que conocemos hoy. El incremento en el nivel del agua debió ser de
unos 400 metros sobre el nivel del antiguo lago y sucedió aparentemente en un
lapso de tiempo relativamente corto, más o menos un mes según los geólogos. El
caso es que a partir de un cierto nivel, no hay oxigeno en el agua y sí mucho
H2S que es sumamente toxico, derivado del metano que borbotea constantemente desde
el suelo marino, lo cual aparte de sus evidentes inconvenientes presenta alguna
ventaja arqueológica, puesto que todo ese mundo desaparecido y todo cuanto ha
llegado al fondo desde entonces, hablamos de decenas de miles de barcos, puede encontrarse todavía intacto, bajo la
capa de limo, ya que se ha comprobado que al no haber oxígeno, los
microorganismos que normalmente desmenuzan las evidencias del pasado en
cualquier otro mar, aquí no tienen ninguna posibilidad. En todo esto, que son
datos reales, se quiso ver la intención de justificar relatos bíblicos, como el
del diluvio de Noé, lo cual en su momento, convirtió el descubrimiento en un circo
mediático que al final acabó desacreditando el hallazgo, motivo por el cual todavía
hay investigadores de diversos campos que se preguntan dónde están los restos
de las culturas europeas, de las arcanas civilizaciones que mencionan las
leyendas grecolatinas.
Al margen de todo
esto, yo creo que la mayoría de las lenguas del paleolítico pertenecían al
grupo de lenguas denominadas aglutinantes: las gentes que pasaron de Bering al continente
americano las hablaban y el euskera al otro extremo del continente euroasiático
lo es, el chino, el mongol, el turco…Me viene a la cabeza el mito bíblico que
reza “en un principio todos los pueblos hablaban una misma lengua….”, pero
mejor no seguir por ahí, ¿no?
A pesar de todo parece evidente que la
antigüedad del resto de lenguas, las flexivas, debe ser la misma y el único
argumento que se me antoja posible, que justifique esta diferenciación
lingüística, es el aislamiento, y la cuenca del primitivo “Lago Negro” debía
cumplir ese requisito: cerrada entre la meseta Anatólica y los hielos del
Norte, el delta del Danubio y las nieves del Cáucaso a un lado y otro. Esta es
mi teoría: la dispersión de las lenguas indoeuropeas sencillamente pudo ser fruto
de la diáspora de las gentes que habitaron la cuenca que ahora ocupa el Mar
Negro.
Afirma Herodoto en su
libro primero que los atenienses se tenían por Pelasgos, es decir no
indoeuropeos, que con la llegada de los dorios (desde el Danubio quizás, el
texto usa el verbo griego “bajar”) adoptaron la lengua de aquellos, aunque es
más probable que la asimilación empezara durante el imperio de Micenas. Pero ¿Que hostias
hicieron los proto-dorios durante más de dos mil años antes de eso? Ese es el abismo de las dataciones.
En la imagen la flecha
verde indica el nuevo supuesto lugar de origen y el aspa pretende rebatir el
sentido de la dispersión de la rama sobre la que se encuentra.
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