domingo, mayo 03, 2015

ENK1_26 Cap. VI




Mientras caminaba, revisaba mentalmente los momentos previos: acababa de dejar a ese tipo, Murphy, en la estación central, si bien no estaba convencido de que fuera a cumplir el requerimiento de presentarse inmediatamente ante el Sesgal de Marte: se había obstinado con invitarle a tomar algo en un local cercano donde al parecer había tocado en alguna ocasión, pero su cometido acababa ahí, de manera que le daba lo mismo lo que Murphy decidiera hacer o lo que quiera que fuera que la Secta se traía entre manos, había llegado a convertirse en una organización muy poderosa, sobre todo en Marte, donde ocupaba la mayoría de los cargos relevantes en la administración e incluso se rumoreaba que algunos de los principales financiaban secretamente las actividades de los piratas de Deimos. En este punto del hilo de sus pensamientos Veintiséis llegó a su destino; era una casa perfectamente normal, sin duda alquilada por unas horas a su verdadero dueño.  
Apartando la cortina, entró sin más con un lacónico hola apenas esbozado, dirigiéndose al único ocupante de la vivienda, quien se hallaba ataviado con algún tipo de ropa ceremonial y al que sin duda el perro de Murphy habría ladrado hasta agotar la bateria. Como todo aquel que perteneciera a cualquier clase de culto, el personaje, era un integrante de la Secta, en virtud del sincretismo católico, es decir universal, que la caracterizaba. Veintiséis era muy reticente en cuanto a tener algún trato con este tipo de gente, a decir verdad, era bastante reacio a relacionarse con nadie más allá de lo puramente necesario.
Aquel individuo sin inmutarse, esperó unos segundos, para cerciorarse tal vez de que el recién llegado lo hacía solo, antes de interesarse por el asunto que los había reunido allí y luego, sin esperar una respuesta añadió con un leve gesto: siéntate. Cuando se hubo sentado, pudo ver sobre la mesa una pequeña ampolla llena de un líquido rojizo e iba a cogerla pero en seguida el tipo le advirtió: -- Si existe daño neuronal, la droga no va a funcionar o lo hará mal… se ha probado con éxito en pacientes con crisis de identidad y en muchos de los casos ha logrado desvelar recuerdos reprimidos… en cualquier caso vas a sufrir unas alucinaciones monumentales…
¡¿Qué significa eso de “crisis de identidad”?!--  gruñó Veintiséis, pero aquel hombre no se amilanó y clavando sus grandes anteojos en él, lanzó una pregunta:
 --¿Te ha pasado por la cabeza que tal vez el equipo médico que te atendió, después de que te rescataran, en realidad pudiera no haber estado interesado en que recuperaras la memoria?, De hecho es probable que quizás se preocuparan de todo lo contrario— Aquella observación le dejo perplejo, ¿Por qué iban a querer hacer eso? ¿Qué sabia la Secta que el ignoraba? La incertidumbre se hizo un hueco en su interior y de repente se sintió culpable de haber sido tan ingenuo todo este tiempo, aquel hombre podía tener razón, no tenía idea de las sustancias que le habían hecho tomar, por lo que no tenía ninguna garantía de que los tratamientos que recibió fueran los apropiados, además podría explicar porque nada de lo que había intentado hasta ahora había funcionado. Aun se debatía todo esto en su mente cuando su interlocutor retomó el discurso aconsejándole que ingiriera la droga en un entorno controlado y bajo la supervisión de alguien, bla, bla, bla… dejó de escuchar realmente desde ese momento, mientras centraba su mirada con recelo en el pequeño recipiente a la vez que esperaba que se disipara la ofuscación que le había invadido y después de unos instantes, interrumpiendo la chachara, activó un proyector que mostró, a pocos centímetros sobre la mesa, la imagen holográfica de un objeto  aparentemente de barro repleto de inscripciones. Aquel sujeto de pronto pareció desconcertado y tras examinar con detenimiento y cierta ansiedad el holograma durante unos minutos, obviamente preguntó por el original. Veintiséis, que había recuperado su entereza, en ese instante consideró que su objetivo estaba cumplido, indudablemente tenia curiosidad por saber que secreto escondían los extraños garabatos de aquel pedazo de barro que con tanto afán buscaba la Secta y hasta el propio emperador, pero desde hacía demasiado tiempo su prioridad había sido solo una y sentía que nada le retenía allí por mas tiempo. Levantándose, tomó el frasquito, dejó sobre la mesa la llave numerada de una taquilla de la estación central y sin mediar palabra se dispuso a adentrarse en el desierto, decidido a averiguar de qué era capaz aquel brebaje.