jueves, octubre 31, 2013

Crisis ®™



La corporación transnacional europea contra todo pronóstico, está sentando las bases para el desmantelamiento de todo cuanto se había logrado en materia social desde el siglo XVIII, que es como decir que los derechos humanos han retrocedido unos doscientos cincuenta años en el mismo continente donde se gestó el concepto, con la connivencia y el  beneplácito del FMI. Los estafadores están de enhorabuena, las sociedades SICAV y los paraísos fiscales han resultado indemnes de esta crisis solo para pobres, por lo que se va a poder seguir defraudando sin problemas. Remitiéndome a la España del siglo XVII:

“…empobreció a las clases urbanas, cuyas subsistencias ya venían encareciéndose. Imperturbables, la nobleza y el clero, total o parcialmente exentos de cargas fiscales y partícipes en las rentas reales, siguieron ingresando hasta fin de siglo abultadas rentas territoriales y diezmos, y vendiendo sus frutos a precios crecientes, con lo que se acentuó un intenso proceso de redistribución del ingreso en contra de la mayoría…”

Este desfalco a la generalidad de la sociedad por parte de la nueva nobleza financiera esta vez, este asalto hoy en día  hubiera sido imposible sin la absurda colaboración expresa, manifestada en las urnas, de la inmensa mayoría de los propios perjudicados, quienes al parecer ignoraban que es lo que en realidad se tramaba a sus espaldas, aunque en mayor medida, más que ignorar se puede decir que no se quería saber, porque al menos en este país concretamente, aunque cabe suponer que en el resto del mundo más o menos pasa lo mismo, aquí siempre se ha votado, como ya he dicho alguna vez, más en contra que a favor, haciéndose manifiesto que a nivel de ciudadanía, preocupa más impedir que gane el otro que intentar construir un proyecto determinado o conseguir unos objetivos definidos, mientras que los eventuales vencedores al parecer  interpretan que les ha tocado la lotería.

Hay que decir que no es que no haya dinero, no es que falte riqueza, es que sobra desvergüenza y codicia de manera que los capitales están concentrándose en muy pocas manos, sin que podamos saber con qué objeto, pero es un hecho que el dinero fluye alegremente lejos de la Hacienda pública. Mientras tanto el “yo voy a lo mío” sigue siendo un dicho muy popular, carente de connotaciones negativas en la mente de un número significativo de personas, a pesar de que la propia elite económica está sujeta a códigos y se encuentra organizada de distintas maneras y a distintos niveles, sin que se sepa en última instancia cual es el fin que se persigue aunque podemos sospechar sin miedo a equivocarnos que no es acabar con el hambre en el mundo, erradicar enfermedades o desembarazarse de las guerras. De hecho es probable que cuando se acabe de desestabilizar el mundo islámico, le toque el turno a la propia Europa, no es tan inverosímil, no hay más que echar la vista atrás, a la guerra de la antigua Yugoeslavia, donde murieron miles de inocentes sin que nadie moviera un dedo, lo cual a título experimental debería resultarnos bastante didáctico.
Los europeos somos ahora, todavía, de nuevo otra vez, como esos celtas de la Europa de la época de Cesar, un territorio importante habitado por grupos desorganizados de gente orgullosa, pendenciera a veces pero que no sabe o no quiere saber de tácticas de guerra, un conflicto que en este caso es por el momento, solo económico todavía, aunque el escenario como ya digo, puede empeorar. No necesitamos un Vercingetorix, necesitamos organizarnos transnacionalmente también nosotros mismos, agarrar un proyecto, que bien puede ser la Carta de los derechos humanos y defenderlo frente al acoso de las huestes del mezquino imperialismo financiero. Lamentablemente no podemos confiar en nuestros políticos, que han resultado ser un puñado de oportunistas ávidos de fama y poder, sin ningún interés por su trabajo, un buen montón de fracasados a pesar de lo que evidencie el magnífico estatus del que disfrutan.

Hace mucho que se habla de la globalización, un término asociado a la corrupción financiera y tan demonizado como la energía nuclear, aunque la fusión nuclear vaya a ser sin duda la mejor de las fuentes de energía posibles en un futuro proximo, del mismo modo no se entiende que aún no se discuta la apremiante necesidad de algún tipo de organización transcontinental a nivel meramente humano, para defendernos de nosotros mismos como especie,
la ONU evidentemente no sirve. Algo tan simple y tan complejo a la vez, parece del todo imposible dentro del caprichoso orden de cosas actual, en el que priman los intereses inmediatos, los beneficios y las estrategias económicas, frente a las necesidades reales del conjunto de la humanidad.
El mundo físico está encogiendo a marchas forzadas, la población crece, cada vez es más pequeño, tan rápido que las fronteras nacionales se desdibujan para dar cabida a una visión cada vez más general, donde los problemas que nos afectan lo hacen a todas y cada una de las personas de la misma forma, caso de la contaminación, la escasez energética o la corrupción y el desempleo, problemas derivados de la actividad económica  que los detractores de Keynes, estos que ahora llevan las riendas, afirmaban que se resolverían sobre la marcha, más adelante. La cuestión no es Keynesianismo o libre mercado. La cuestión es que no está quedando espacio para esas cosas que no deberían ser económicamente cuantificables, como la dignidad, la confianza, el amor…
Dada la idiosincrasia del capitalismo del siglo XVII, basada en el oro y la plata como hoy lo está en el barril de crudo, el descubrimiento de nuevas minas de oro y plata posibilitaron el desarrollo tecnológico e industrial que provocó el despegue de la economía europea, si bien la desigualdad social no mejoró en sintonía con la nueva situación económica, lo que condujo a las gentes a la  revolución. El desarrollo de una nueva fuente de energía como la fusión nuclear antes mencionada podría impulsar un nuevo despegue económico, pero si las condiciones socio-laborales no mejorasen automáticamente, el escenario podría parecerse mucho. La historia no es exactamente cíclica, como los individuos no son los mismos, van cambiando aunque sin embargo continuamos pareciéndonos mucho.