lunes, enero 02, 2012

Entropía.





 Stephen Hawking, gracias a la formula  para calcular la entropía de un agujero negro, descubierta por el mismo, deduce que la gravedad quántica, según sus propias palabras “puede exhibir la propiedad llamada holografía” de tal forma que  “la información sobre los estados quánticos en una región del espacio-tiempo puede ser codificada de algún modo en la frontera de dicha región, que tiene dos dimensiones menos”.  Bien, no nos asustemos, lo que ha querido decir es que en cierto modo la segunda ley de la termodinámica es verdadera a pesar de que la sola existencia de los agujeros negros parezca demostrar lo contrario, esto es, para que nos entendamos, la información que aparentemente es engullida por los agujeros negros, en realidad no se evapora o desaparece sino que queda grabada en el borde del horizonte de sucesos, al igual que ocurre con las imágenes holográficas, la información de la imagen completa se encuentra codificada en su totalidad en cada uno de los pixeles que la componen. Ciertamente es una mera especulación, puesto que la gravedad quántica, es actualmente solo una teoría, si bien tiene eminentes y renombrados defensores como el profesor Michio Kaku.

El investigador Rajesh Rao para determinar si la todavía indescifrable escritura del Valle del Indo es realmente una lengua, un conglomerado de signos sin sentido o quizás algún tipo de simbología heráldica, ha analizado la entropía de los textos disponibles, un esfuerzo cuyo resultado es que efectivamente se trata de una lengua, conclusión que aunque a simple vista puede parecer evidente, presentada así resulta menos intuitiva, mas científica sin duda.


La entropía sirve para medir el desorden dentro de un sistema cualquiera y aunque es una cosa de fácil definición pertenece a esa clase de conceptos tan abstractos que parecen ser completamente inútiles. Sin embargo es una idea muy práctica que no se limita al mundo de la física, de hecho es útil en muchos aspectos de la vida, siempre que lo apliquemos a un sistema cerrado. Por ejemplo se puede decir que desafortunadamente todavía mucha gente en el fondo, prefiere sistemas políticos de baja entropía sin percatarse en absoluto de ello. La verdad es que si le dices a alguien que tiene alta entropía mental, puede que incluso te de las gracias, es una palabra que suena francamente bien. Algunos usan el término “caos” en lugar de “desorden” pero aunque sean sinónimos se corre el riesgo de confundirse con la Teoría del Caos que es otra cosa distinta. No soy un fanático del desorden pero reconozco que el orden estricto me da repelús, no me gustan las rigideces.

Se atribuye a un físico llamado Clausius esta idea de cuantificar el desorden, si bien parece ser que no fue el primero, según el cosmólogo Sean Carroll, el autor latino Lucrecius, allá por el año 70 antes de la era actual, especulaba sobre la naturaleza de la entropía, aunque me jugaría algo a que los pitagóricos ya esbozaron la idea, en cualquier caso el merito se lo llevó mucho tiempo después Ludwig Boltzmann que fue capaz de darle una forma matematica a la idea.

Baja entropía define un sistema altamente homogéneo o lo que es lo mismo, un sistema tiene un grado alto de entropía cuando carece de orden, es decir la aleatoriedad de los elementos que lo componen es muy elevada. Como se puede ver, los significados de poco, muy, bajo o grande empiezan a trastabillar y es porque estamos hablando de los dependes y los quizás, algo cuasi-esotérico según se mire. Lo cierto es que los especialistas desde el siglo pasado, ante la imposibilidad de poder disponer de medidas precisas, se han visto en la necesidad de trabajar con meros supuestos, esto es, con probabilidades.

Una forma de verlo es en términos estadísticos; aquello que es estadísticamente improbable, lo raro, posee una fuerte entropía, mientras que lo normal, lo habitual, lo altamente probable tiene escasa entropía. Esto es interesante porque de alguna manera establece, algo muy difícil de definir a veces, el concepto de normalidad.
Por otra parte, se tiene la absurda tendencia a pensar que baja o nula entropía es algo bueno, en la medida en que dentro de la mente de la mayoría se asocia con facilidad el orden con la virtud, de hecho se suele decir de alguien que “lleva una vida desordenada” a modo de recriminación. Es un sofisma y de los peligrosos, ya que se puede abogar en el terreno político por la dictadura en tanto en cuanto tiene una entropía mas baja que cualquier democracia, esto es así, sin embargo el holocausto nuclear tiene una entropía mucho mas baja aun y a todas luces no resulta nada deseable.

La particularidad fundamental de todo esto es que los sistemas cerrados no existen, siempre  hay un grado de interactividad general por dispersión o contacto en función del tiempo, me explico, el típico ejemplo del vaso sobre la mesa que cae y se estrella contra el suelo rompiéndose en mil pedazos.  El vaso sobre la mesa tiene escasa entropía y el que se ha roto tiene una entropía alta, sin embargo el mismo vaso sobre la mesa, en una sala donde hay niños, tiene  una entropía más elevada que si simplemente no hubiera niños alrededor.  Es a lo que se suele llamar pronóstico.

 Efectivamente la entropía trabaja con el tiempo, tanto el atmosférico como el que nos mata y proporciona datos de cuyo análisis se obtienen predicciones con un grado de probabilidad definido. Pero si  bien esta herramienta nos permite especular discretamente con el futuro, lo mas asombroso es que por definición, el pasado ha de ser inmutable o puede que simplemente haya desaparecido, ambos estados poseen una entropía nula, sin embargo en este sentido no hay motivo para ser pesimistas.

Sabemos que la luz emplea un número significativo de años en atravesar el inmenso espacio intergaláctico. Si aceptamos esto, entonces un hipotético habitante de un posible planeta de algún sistema solar en la galaxia de Andrómeda  podría estar ahora mismo recibiendo los fotones de  luz, que nuestro sol emitió hace dos millones de años, en su telescopio alienígena, los mismos fotones que iluminaban nuestro planeta por esas fechas y probablemente si su tecnología óptica se lo permitiera, contemplaría una Tierra ya sin dinosaurios, plagada de mamíferos gigantes y ningún hombre moderno aun.  De alguna manera, el pasado sigue existiendo. No es ciencia ficción.